El cielo, estrellado como un mar, es atravesado por un hombre alado, que hace dilatarse en círculos concéntricos las ondas hertzianas; los ruidos de la calle entran a partir de una rendija abierta en una esquina de la ventana, que delimita y contiene un pedazo de cielo abierto, un pedazo de mundo, condensado en mil quinientas páginas en el texto que tienes sobre la mesa...
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